El electrodo se fija al cabezal de la máquina, que está conectado al polo positivo, mientras que la pieza de trabajo se conecta al polo negativo. La pieza se sumerge en un fluido dieléctrico, y se generan miles de impulsos de corriente continua por segundo, provocando descargas eléctricas que producen chispas. Este fenómeno resulta en la remoción del material, facilitando el mecanizado por electroerosión con alta precisión y control de la forma.

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